Cómo ayudar a una víctima de violencia doméstica. Los pasos que podrían salvarle

Lenore E. Walker, una de las primeras psicólogas que comenzó a estudiar el fenómeno de la violencia doméstica, plantea en un artículo publicado en la Revista Argentina de Clínica Psicológica, que descubrió que uno de los efectos colaterales de esta situación es que, culturalmente, las víctimas tienden a ser “consideradas culpables de su situación sin importar cuán trágico hubiera sido el desenlace”.

Algunas de las frases que se escuchan al respecto son: “Ella se lo buscó, mira la ropa que usa”; “debería haber gritado, si se quedó callada es porque de algún modo lo admitía”; “debe gustarle que le pegue, cómo es que no lo deja”; “algo debe haber hecho para hacerlo enojar”; etc. Lo paradójico es que algunas de estas expresiones son utilizadas incluso por mujeres y es favorecida, entre otras cosas por el machismo imperante.

Algo hay que hacer frente a la violencia, de otro modo, nos convertimos en cómplices.

¿Qué hacer?

Los estudios al respecto señalan que si una persona es testigo directo o indirecto de violencia doméstica lo que hay que hacer es:

1- Creer. Es devastador para una víctima que cuando logra superar sus miedos y traumas y se atreve a hablar no le crean.

2. Hacer que la víctima sepa que no es culpable del abuso. Una de las consecuencias de la agresión es que las víctimas de algún modo llegan a creer que lo que sucede en sus vidas es por su culpa o se convierten en codependientes. A veces este mensaje es alimentado en su mente por el mismo agresor o por las personas que le rodean.

3. Tomarse tiempo para hablar con la persona abusada, en privado. Una víctima de violencia necesita tiempo para contar su historia en su forma, a su tiempo y a su propio ritmo. El atreverse a hablar es un paso monumental para quienes son víctimas de violencia doméstica. La vergüenza, la negación, el sentimiento de culpa y fracaso inmovilizan para atreverse a hablar. Por eso se recomienda escuchar con una actitud receptiva y con empatía.

4. Ayudarle con cuidado a hacer planes a futuro. Muchos asesinatos y agresiones invalidantes podrían haberse evitado si tan sólo se hubiese ayudado a las víctimas a hacer planes para huir de dicha situación a tiempo. Se necesita apoyo para tomar decisiones que impliquen denuncia o búsqueda de alternativas. Muchas víctimas están tan afectadas por diversas situaciones, como el Síndrome de Estocolmo, que no solicitan ayudar por sí mismas.

5. Validar sus sentimientos. La víctima puede sentirse lastimada, enojada, asustada, avergonzada o atrapada. Incluso, manifestar sentimientos encontrados de rechazo y aprecio hacia el abusador. Intentar moralizar o tratar de convencer a la víctima para que cambie de actitud es pérdida de tiempo. Necesita expresar sus emociones, es parte de su sanidad.

6. Llamar a la policía. La agresión es un crimen. Llamar a esta conducta “enfermedad”, “descontrol” o “un momento de enfado” es simplemente no entender. La violencia intrafamiliar es una conducta criminal.

7. Proveer información acerca de recursos locales. Algún número para emergencias o crisis familiares. No se puede esperar que la víctima lo haga, parte de su síndrome es que no va a buscar ayuda por sí misma.

8. Ofrecer ayuda. Esta puede consistir en guardarle algún bien seguro, o documentos, dinero, o alguna maleta con ropas, o algún código de identificación que la víctima podría usar en caso de tener que llamar a la policía o buscar su colaboración. Los golpeadores son impredecibles. No hay razón para su agresión. En el momento menos pensado se desata su furia incontrolable y nada los detiene. Tener un plan preestablecido con apoyo de amigos o familiares en muchos caso no sólo podría salvar una vida, sino que es parte de la ayuda que la víctima necesita para poder salir del ciclo de violencia en el que está inmersa.

9. Proteger. Si la víctima está pensando en dejar al agresor es cuando más riesgo corre.

L. Walker y J. R. Meloy, en un artículo titulado “Stalking and domestic violence”, muestran “la mujer golpeada corre mayor riesgo de ser lastimada más seriamente o de ser asesinada cuando intenta terminar la relación”. Por lo tanto lo que la víctima necesita en ese momento es protección.

Conclusión
Nunca es fácil tratar el tema de la violencia doméstica. En muchos casos, es una verdadera odisea saber qué hacer.

http://sociologia.suite101.net/article.cfm/como_ayudar_a_una_victima_de_violencia_domestica

http://www.facebook.com/group.php?gid=110160404002

La violencia de género mata de cerca

Los asesinos de mujeres se distinguen por su crueldad, más del 80% estaba en paro y el 30% tenía antecedentes, según el informe de 2009 del Centro Reina Sofía.

Los asesinos de mujeres prefieren matar de cerca y del modo más cruel. Eso es lo que ocurre en más del 85 por ciento de los casos. El año pasado el 40 por ciento de las mujeres muertas a manos de su pareja fue herida con un arma blanca, el 13 por ciento fue estrangulada, el 9 por ciento murió asfixiada y el mismo porcentaje murió a golpes. El resto de los asesinos decidió arrojar a su pareja o ex pareja por un balcón, quemarla o atropellarla. «Sólo el 14,55 por ciento puso distancia con la víctima y ha utilizado un arma de fuego», según hace constar el informe «Mujeres asesinadas por su pareja. España, 2009» del Centro Reina Sofía y la Universidad Internacional de Valencia.

Los asesinos son jóvenes, de nacionalidad española la mayoría y sin ocupación laboral. La mayoría de los 60 hombres que el año pasado mataron a sus compañeras tenía entonces entre 25 y 44 años y siete eran menores de 24 años. El 55 por ciento era español y entre los extranjeros la inmensa mayoría de los asesinos (15) era de origen iberoamericano. El 78 por ciento no tenía empleo y entre los que trabajaban el 83 por ciento lo hacía en puestos no cualificados. Tres de cada 10 tenía antecedentes policiales.

La extrema crueldad de los asesinos queda confirmada por otro dato recogido en el informe: más del 8 por ciento mataron a su pareja delante de sus hijos.

La estadística desmiente la creencia popular de que el criminal actúa obcecado por la pasión y que cuando recobra la cordura y la conciencia de sus actos reacciona intentando acabar con su propia vida. Eso no es cierto. Los asesinos, en su gran mayoría, según el informe del Centro Reina Sofía, no se suicidan sino que son detenidos. Así sucede en siete de cada diez casos.

El número de mujeres asesinadas por sus parejas descendió en un 21 por ciento entre 2008 y 2009, pasando de 76 a 60 víctimas mortales, pero esa disminución no resulta tan notable si se toma como referencia un período más amplio, de 2005 a 2009 por ejemplo. En ese tiempo las muertes se redujeron sólo un 4,7 por ciento, de 63 a 60. Barcelona fue en 2009 la provincia española más diezmada por la violencia de género, con 7 mujeres muertas a manos de sus parejas a lo largo de 2009. La siguen Alicante, Madrid y Valencia, con 5 muertes cada una. En términos relativos, atendiendo a la población femenina de cada comunidad, Ceuta, La Rioja, Canarias y Valencia fueron las autonomías donde la violencia dejó una huella más honda, con más de cinco mujeres asesinadas por cada millón de ciudadanas mayores de 14 años.

La única supuesta muerte registrada en Asturias el año pasado por este tipo de violencia no se incluye en el estudio.